Cuento

Una cara feliz para el juez

Imagen basada para hacer el cuento
Desollamiento del juez Sisamnes

Eran las 5:30pm, una vez más los agradecimientos rodearon al Juez Bartolomé por haber resuelto otro de los tantos casos en la corte. Como era viernes y en última jornada de trabajo, sus amigos, siempre en su afán de molestarlo, le decían que les acompañara a tomarse unas copas en un bar cercano, pero Barto, como le decían sus amigos, siempre rechazaba las invitaciones y prefería irse a su casa.

Barto era un hombre viudo y risueño de 50 años, cabello rizado color negro, tez blanca, bien parecido, siempre vistiendo con Gucci, Tommy Hilfiger y otras marcas reconocidas, pero también era muy conservador, odiaba tomar alcohol y peor aún fumar. Decía que esas cosas solo enferman a la gente. Trataba de ser lo más impecable posible, pues por el trabajo que tenía, siempre debía mostrar rectitud. Gustaba de ir a misa todos los domingos, se sentía agradecido con Dios por todas las cosas que ha recibido.

Su sonrisa cautivadora, su semblanza y el temple que tenía, hacían que muchas mujeres quisieran salir con él. Pero el nunca les correspondía, porque aún sentía un gran amor por su esposa fallecida.

El día lunes, Barto entra al salón de la corte y revisa la carpeta donde contiene el caso que se analizará. Al revisar las hojas se da cuenta que hay un pequeño papel que decía “Nos vengaremos” y el dibujo de una carita feliz. Barto se sorprendió, pero luego supuso que alguien se había equivocado en poner eso ahí o era una mala broma. De todas formas no podía hacer nada en ese momento más que dar seguimiento al caso que llevaba.

Cuando Barto llega a su casa, saca del auto todas las carpetas de los casos que debía analizar. La casa de Barto era un tanto lúgubre por dentro, habían muchos cuadros y libros antiguos. Al entrar, deja las carpetas en su escritorio y se dirige a la cocina para preparar algo de tomar. Mientras el agua hervía decidió darse un baño y cambiarse de ropa. Una vez vestido, se prepara su taza de café y se va a su escritorio a revisar cada una de las carpetas que traía de su trabajo. Nuevamente llega a aquella carpeta con la extraña nota y que olvidó preguntar a su asistente. Barto se quedó leyendo hasta muy tarde y luego del cansancio y un terrible dolor de espalda se fue a dormir, pero antes le gustaba siempre ponerse crema humectante en la piel. Según él, era lo que lo hacía conservarse tan bien a su edad.

No pasó ni una hora de lo que se fue a dormir y escuchó extraños ruidos en su casa. Él decidió dar un vistazo, pero no encontró nada, así que regresó de nuevo a su cama. Cuando se disponía a dormir y a apagar la tenue luz de la lámpara, tres tipos con túnicas se abalanzaron contra él, lo amordazaron, lo ataron a la cama y le quitaron la ropa apenas dejándolo en ropa interior.

Barto trataba de zafarse, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Uno de los tres tipos que estaban allí, comenzó a reírse y dijo en tono grave:

¿Sabías que por tu culpa cinco hombres no han recibido su verdadera condena? ¿Te crees muy pulcro por ser un hombre fiel a Dios, no? Tanto así que no eres capaz de condenar a los que erigen una Iglesia, sólo porque son los elegidos del señor tu dios. Ahora eres tú quien debe pagar por el sufrimiento que ocasionaste a las víctimas.

Un grupo de seres muy pequeños con túnicas entraron al cuarto, eran niños con un aspecto pálido, mirada vacía y la cabeza agachada. Cada niño tenía un pequeño, pero afilado cuchillo. El pobre juez vislumbraba el dolor que le provocarían y entró en pánico.

Mientras los tres grandes hombres sostenían a Barto para que no se desatara, los niños comenzaron a hacer una pequeña incisión no profunda con el cuchillo en varias partes del cuerpo, la cortada era larga y la sangre comenzaba a salir. Estiraban la piel para que no se rompa y la iban separando del músculo que había debajo. Los niños lo estaban desollando.

Los gritos de dolor del Juez Bartolomé apenas podían escucharse porque estaba amordazado y lentamente fue adormeciendo hasta morir cuando toda su piel fue retirada del cuerpo.

Al día siguiente, muy temprano en la mañana cuando la señora de limpieza entra al salón de la corte, encuentra un bulto en el estrado, ella se acerca y da un grito despavorido. Era la piel del Juez Bartolomé.

Natalia Cartolini

1 comentario en “Una cara feliz para el juez”

  1. y bueno, me gustó…medio extraño para lo que esperaba pero bueno, siempre es agradable sorprenderse, lo que si no puedo dejar de exaltar es lo bien escrito que está

    un abrazo

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